sábado, 24 de noviembre de 2007

Separata especial: Una leyenda de la flora

La aruera:
Es una planta, un árbol, cuyas hojas se usan para preparar té para el resfriado y en algunos lugares se le atribuyen propiedades venenosas. Su nombre científico es lithraea molleoides. Su madera sirve para hacer arados, construir ranchos entre otros usos, también es un buen combustible. A ciertas personas que trabajan esta madera fresca, les salen granos y ronchas en el cuerpo, que dan la sensación de quemar y producen mucho dolor. “ Se afirma que el follaje de esta planta destila una fina lluvia, la cual provoca una erupción que los naturales serranos conocen como flechaduras”
La sombra de este árbol, al decir de los paisanos, da dolor de cabeza y produce nauseas. Para curarse del mal producido por sus efluvios puede tomarse un baño de salmuera o darse una fricción con caña. Pero el mejor remedio consiste en presentar al enfermo una rama de aruera a la que debe saludar tres veces, mirándola al mismo tiempo con respeto, pero haciendo el saludo al revés. Si es de mañana, se le dirá: “buenas tardes, señora aruera”; y si es de tarde: “buenos días, señora aruera” tras esto debe tirarse la rama. Cuando ésta se seque, el enfermo quedará curado. También se aconseja, como precaución para no enfermarse, saludar al revés a la aruera si ha de pasarse por debajo de ella, descubriéndose y clavando en ella la mirada, sin siquiera pestañear. Tras este solemne saludo, puede sentarse bajo ella o aun derribarla con el hacha sin temor a sus malos efluvios. La leyenda cuenta que el nombre de esta planta proviene de una india; una mujer hermosa cuyo corazón fue roto tantas veces que murió llena de amargura. Cada vez que Aruera se enamoraba, creía ciegamente en las dulces palabras de su enamorado de turno. Pero aquellos que la cortejaban la traicionaban una y otra vez. Ella creyó en el amor cada vez. Siempre dándole una nueva oportunidad, una y otra vez, hasta que un día se cansó. Juró entonces ya no creer más en la palabra de los hombres, que nadie la engañaría nunca más, que no volvería a enamorarse. Nadie podría volver a enamorarla. Y así fue como Aruera se convirtió en una mujer amarga, y su amargura se convirtió en veneno, en hiel. Y por último en sed de venganza. Así murió, devorada por un jaguar. Llevándose consigo esa pena y esa rabia por las veces que le habían mentido y traicionado. Según dice la leyenda, que se atribuye a la región mesopotamica Argentina, ella reencarnó, volviendo convertida en una planta, un árbol. Volvió con el veneno que estaba en su corazón y con la desconfianza causada por tanta mentira sufrida en vida. Así es que quien ose pasar o intentar guarecerse bajo su sombra, sentirá como se le hinchan los ojos, la cara, el cuello y los brazos. Lo mismo le ocurrirá al que quiera llevarse un trozo de ella.

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