domingo, 11 de noviembre de 2007

Separata especial: El molino quemado (primera parte)

Este particular sitio de nuestro país se encuentra cerca de Colonia Suiza. Una zona tranquila y muy orgullosa de su pasado. Que cuenta con gente preocupada por su historia y por preservar aquellos lugares que la definen y enaltecen su fisonomía. Fundada el 25 de abril de 1862 por un contingente de inmigrantes, principalmente suizos, franceses, austríacos y alemanes. La zona urbana es llamada Nueva Helvecia. Fue el primer centro agrícola del país, abasteciendo a los molinos montevideanos por muchos años. Poseedora del primer molino a vapor que funcionó hasta la construcción del gran Molino hidráulico en 1875, cuyas ruinas son conocidas como el “Molino Quemado”. Una muerte no aclarada, un suicidio y un misterioso incendio han dado pie a las leyendas de fantasmas y aparecidos que pueden escucharse en la región. Todo eso da una pátina de misterio a este Monumento Histórico Nacional.
Este molino harinero, de piedra y ladrillo, con represa y muros de contención fue construido en un lapso no menor a tres años. El lugar elegido era estratégico pues equidistaba de La Paz, Colonia Piamontesa, Colonia Suiza y de Rosario. La represa que tenía dos compuertas, servía también de puente y el tránsito de la Colonia Suiza se hacía a través de él. A pesar de eso, o quizás por eso, tuvo corta vida, comenzó a funcionar como tal en 1876 y se incendió en 1881. Se sabe de este incendio que se inició al amanecer del lunes 7 de marzo de 1881, abarcó todo el molino, y no quedó ningún indicio. Salvo un montón de preguntas sin responder.
Algunas sospechas aluden a un conflicto de intereses políticos y económicos entre el dueño del molino y los miembros más influyentes de la región.
Pero a partir del incendio, quizás no por consecuencia de él, se desataron acontecimientos dramáticos: Elisa Nidegger, esposa del capataz, se ahogó el 8 de marzo de 1881, cuando aún ardía el molino, las llamas iluminaron por varias noches el lugar. Y el sábado 12 se suicidó Adolfo Kunz, el capataz. Es aquí donde el ingenio popular dio lugar a las leyendas de la zona. Según me contó la historia el señor N. “fue un problema pasional, el molinero sospechaba de su mujer, tenía la casi certeza de que ella lo engañaba con un parroquiano de la zona. Cierto día le dijo a su mujer que debía ausentarse para realizar un trabajo lejos de allí, y que volvería en un par de días. Se alejó de su casa lo suficiente para que la mujer no sospechara y espero un tiempo prudente para volver sobre sus pasos e instalarse en las cercanías del molino y así poder vigilarla. Cuando comprobó con sus propios ojos la llegada de un extraño en la oscuridad de la noche, se sintió defraudado, abatido. Pero decidió esperar un poco más, se fue acercando poco a poco para encontrarlos en el momento justo. Entró, tomó una pala, enfiló para el dormitorio que estaba en el piso de arriba. Se metió intempestivamente encontrando a los amantes en la cama. Entonces se inicio una lucha entre ambos hombres que terminó con el amante muerto de un golpe en la cabeza. La mujer salió corriendo y el esposo enardecido salió detrás de ella, cuando la alcanzo a la vera del arroyo, ella lloraba semidesnuda y acurrucada entre prendas a medio poner. El marido hecho una furia la miraba con odio, bufaba el hombre, que salido de sus cabales la mato también, debido a un palazo o a que cayo al agua después de recibirlo. Fue así como la vida de esa joven de 21 años encontró su fin. Adolfo reaccionó entonces y soltando la pala se dejó caer al suelo llorando. Balbuceando el nombre de su amada Elisa. Se dio cuenta de lo que ocurriría si se descubría lo que había pasado y entonces decidió ocultar su crimen. Sin nada que perder, y cuando empezaba a aclarar, incendió el molino con el cadáver del amante dentro y se dejó caer en el suelo sollozando mientras todo ardía frente a él. Al cabo de un tiempo el fuego comenzó a atraer a los vecinos. Entonces Adolfo ya en sus fueros decidió urdir una historia para justificar la muerte de su mujer. Les dijo que al dar agua al caballo en la represa, este la golpeo y cayó ahogándose. O quizás había muerto por el golpe. Pero en las noches siguientes Adolfo no podía dormir, pues según dicen, el fantasma de su mujer venía todas las noches a recriminarle por sus mentiras y a pedirle que la ayudara a buscar a su amante. Los alaridos de ella eran iguales al crepitar del fuego del incendio y taladraban por su duración y agonía la mente y el corazón de su verdugo. Tanto fue así que este se quitó la vida de un disparo a los pocos días. Y desde ese momento el molino a permanecido embrujado con la presencia de los muertos que nunca pudieron salir de allí atrapados entre el fuego y las razones del corazón que llevaron a tan trágico final. Extraños sonidos de cadenas, otros provenientes del aljibe que allí hay, más la presencia blanquecina del fantasma de la mujer y los sollozos de la misma son solo algunas de las cosas que allí se pueden encontrar.”
(continuará...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

buenisima la historia . me gustaria pasar una noche en ese lugar .