lunes, 17 de noviembre de 2008

Hambre: una teoría acerca de la música y todo lo que puede comunicar.

En este viaje para dar peso a esta hipótesis–desvarío, histórico-musical, voy a recurrir a un lugar común pero ineludible: Los Beatles. Los padres de la criatura. La música es antes y después de ellos, no hay lugar en el mundo donde su influencia no se haga notar. Y creo que uno de los factores más importantes de este fenómeno que convirtió al rock en algo global, antes incluso de que existiera el término. Se debe a su dupla compositiva, en ellos y su forma de sentir y expresar la música se dio ese equilibrio único y exacto entre furia - urgencia y conocimiento - búsqueda incesante. Lennon y Mc Cartney resumían esas cualidades y la amalgama lograda por ambos, junto a los condimentos agregados por sus compañeros de ruta, los llevaron a convertirse en el signo máximo de la segunda mitad del siglo XX y todo lo que vino y vendrá después. Abrieron las puertas a todas las formas de percepción, presentaron los riff del rock pesado (Helter Skelter), dieron el primer rugido punk antes de que tan siquiera alguien imaginara que podía existir (Everybody´s got something to hide except me and my monkey). Marcaron el ritmo de la música electrónica (Tomorrow never knows), inventaron la world músic (Love you to) y la sicodélia (Sgt. Pepper´s Lonely hearts club band). De su caldero inagotable surgió el magma de toda sonoridad posible.
Siguiendo con algunos de los muchos ejemplos existentes de hambre artística, otro muy claro se da para mí con los Stones. Su música es la columna vertebral del rock, están desde el vamos y quien sabe hasta cuando. Para quien escribe, sus melodías más inconfundibles; las que al primer acorde todos y cada uno reconocemos. Las que se han convertido en parte de nuestro adn, no superan (y creo que estoy siendo amable) al disco Tatoo You (1980). I can´t get no…, Sympathy for the devil, Gimmie Shelter, Jumpin´ Jack Flash, Paint it black, It´s only rock and roll. Son melodías inconfundibles y duraderas por el poder de urgencia y peligrosidad que de ellas emana. Su necesidad de convertirse en frescos de sensaciones. Por su cuota de sensualidad. Después de tanto tiempo se han transformado en una industria, cruzando la delgada línea que separa la expresión artística del mero entretenimiento. Lo cual no tiene nada de malo, la idea de estas notas o comentarios no tiene la intención de juzgar la música, eso lo hace cada uno al elegir que escuchar y que no, el tema es que a veces la industria nos achica la sensibilidad y el rango desde donde escoger como desarrollarlas. Eso es para mí el gran tema de fondo, hasta donde hay autenticidad en lo que un músico hace y desde que momento se convierte en una mera mueca repetitiva. Y como a pesar del constante bombardeo, la música y los músicos, se las ingenian para traspasar esas barreras y distancias que crean los mercados en beneficio de unos pocos y en detrimento de la humanidad toda.
Los ejemplos son infinitos, músicos de la trayectoria de Bob Dylan, Neil Young, David Bowie, Peter Gabriel, Stevie Wonder, Prince. Saltando un poco las fronteras que propuse al principio, que es también parte de la idea, eliminar todo límite.
Django Reinhart por ejemplo ¿Que hace que un hombre que se queme su mano en un incendio y quede solo con la posibilidad de tocar con 3 dedos, invente un técnica para tocar la guitarra? ¿Que hace que en pleno auge de las big bands surjan creadores de la talla de John Coltrane o Charlie Parker? ¿Por Qué músicos como Ruben Blades (y el cuenta muy bien esa historia en el disco que tiene con Seis del Solar editado en el año 1990, llamado Live! hablando de cómo los productores discográficos se negaban a grabar Pedro Navaja) reinventen la salsa llenándola de contenido, fusionándola con el jazz, rompiendo sus estructuras desde todo punto de vista, aún en contra de toda lógica? Es que la música carece de lógica, es un lenguaje universal pleno e indomable.
Siguiendo con los ejemplos ¿Qué hace que algunos logren con su instrumento un caudal sonoro del cual en muchos casos sus nombres se vuelven sinónimos? Para eso citemos a Vernon Reid, el guitarrista de Living Colour, hablando de una de sus grandes influencias: “cuando Carlos Santana enchufa la guitarra ya reconocemos su sonido.” Y ya que hablamos de Santana, recordemos que sin conocerse y saltando las distancias, en nuestro país la gente de Tótem rumbeaba por el mismo camino, fusionar los ritmos autóctonos con el rock. ¿Qué necesidad común flotaba en el aire para que estuviera sucediendo eso casi en simultáneo a tantos kilómetros de distancia y sin la velocidad que hoy tienen los medios de comunicación? Pateemos más tableros, ¿De donde surgen los Zitarrosas, los Vigliettis, los Discepolos,los Piazzollas, los Farka Toure? ¿Las Mitchell, las Joplin, las Smith, las O´Connor, las Amos? ¿Los Prodan, los Russo? Hay millones de creadores a los que se puede mencionar, la lista es de millares. Tenemos que entender que la música no puede ser contenida en etiquetas y disecada como mariposas pinchadas por un entomólogo. Por más estrategia de marketing o como se pueda llamar, la sensibilidad no se arrea como ganado y esto es aplicable tanto a la música como al cine, o la literatura, o cualquier forma de expresión artística. Esta nota es esencialmente sobre música porque fue el lugar desde donde elegí abordar el tema.
Convengamos entonces que esto del “hambre artística” es ante todo una intención de descifrar lo indescifrable, de tomar lo inasible y convertirlo en material de estudio. Un vano intento por decodificar el derrotero del alma humana a través del sonido o de cualquier forma expresiva.

Hambre: una teoría acerca de la música y todo lo que puede comunicar. (Primera parte)

Me he preguntado muchas veces que hace que una canción se convierta en un clásico, que un disco se convierta en esencial e imperecedero. Que hace que una banda o un solista se convierta en un signo de sus tiempos. Y no me refiero a la fama o el estrellato; me refiero a esa música que sobrevive al olvido a fuerza de su propia fuerza, de su necesidad de decir cosas que no se pueden dejar atrás. Esos sonidos que invaden silencios en los que se convierten, escabulléndose de la multitud, pero grabándose en lo más profundo de su sensibilidad, de su memoria colectiva. Quizás no se pueda medir el pasado a través de poco más de cincuenta años de historia tan reciente, (tomando al rock como entorno para desarrollar esta idea) estamos de acuerdo en eso, pero si puede servir esto para encontrar un cierto punto de vista a la hora de darle un valor a la música, más allá de ciertas formas que proponen homogeneizarnos el gusto.
Tengo una teoría acerca de lo que logra que la música perdure. Así que realicé un viaje imaginario saltando de disco en disco, de canción en canción (en la medida de mis posibilidades), intentando recorrer ese camino hipotético. Primero les comento mi idea: Todo lo que hace único y atemporal a un sonido proviene del “hambre” de los artistas que logran convertir esa necesidad en sonido. El termino hambre es un poco vago, no lo dudo, pero es el mejor apelativo que encontré para abarcar todo lo que implica. Existen muchos tipos de hambre artística, pero solo dos de sus aspectos logran llevar a buen puerto esa necesidad de comunicar que mueve todo intento o concepción de cultura y arte, según la medida que se le quiera dar al hecho creativo en sí mismo. Uno es el hambre que da la desesperación y la furia. El hambre que nace de la urgencia de sacar algo desde adentro, jugándose muchas veces la vida en ello, y el otro es el hambre que genera la curiosidad del conocimiento, la insatisfacción constante de ir siempre un poco más allá, de intentar conquistar el horizonte a pesar de lo vano que sabemos resultará. ¿A que me refiero con este divague? Bueno, quizás con algunos nombres y ejemplos pueda explicar mejor a que me refiero. Empecemos casi por la mitad de esta historia: durante el surgimiento del movimiento punk en el Reino Unido, aparecían bandas como hongos, sin embargo apenas un par de años después de toda esa efervescencia no quedaron casi rastros visibles. Hoy a la distancia, si tuviéramos que nombrar a boca de jarro algunas bandas de ese movimiento seguramente serían los Sex Pistols y los Clash los primeros que se nos vendrían a la mente. ¿Por qué? Ambas bandas sin lugar a dudas representan lo mejor y lo peor de ese momento histórico. El nihilismo de los Pistols, sus banderas de anarquía y “no future”, su espíritu autodestructivo; nacido de la desidia, de estar en el paro, de ser jóvenes y sentirse realmente viejos. Cascarones vacíos. Tenían la necesidad de estallar, de desintegrarse para ver si de ese modo podían volver a reconstruirse desde cero. Aún sin saber que construir. La quintaesencia de su sonido radicaba en ese vómito de furia que anidaba en su pecho, eso es a lo que llamo “hambre”. Los Clash por el contrario, representaban la otra cara de esa misma sensación. Con una doctrina más política, más organizada, y a la vez con una curiosidad y una formación musical más amplia. Se convirtieron en los transgresores capaces de leer y descubrir sonoridades callejeras por venir; con sus discos se adelantaron a muchas cosas que luego serían moda corriente. La experimentación, la búsqueda constante, y una curiosidad a prueba de todo, les permitieron desarrollar un camino más ordenado y preciso, pero impregnado de la otra forma del “hambre”. Eso los llevó a adentrarse en el corazón de sonidos que marcarían toda una década y más. La revista Rolling Stone eligió como disco emblemático de la década de los 80, esa joya eterna llamada “London Calling.” Habrá muchas bandas recordadas y representativas de aquella época, según lo que cada uno haya escuchado o conocido. Por que no debemos dejar de lado que la música es ante todo experiencia de vida, aquella que nos hace de banda sonora es la que en definitiva queda en nosotros. Pero hay sonidos que se convierten en la raíz más profunda de esa experiencia y por más que nunca los hayas escuchado, si alguna vez disfrutaste un disco de lo que hoy está etiquetado como punk rock, los escuchastes a ellos. Por que ninguna banda, como estas dos; dejó marcado los cánones sonoros, estéticos e ideológicos de esta forma de sentir. Acá en nuestros pagos, un poco a destiempo por obvias razones sociales que empantanaron nuestro país en el oscurantismo y una muerte sensorial inapelable, el punk llegó tarde. Pero supo tener su momento de auge artístico a través de bandas también emblemáticas como Los Estómagos. De ellos surge, a mi modo de ver, la canción más representativa de su momento histórico: Errantes. Nada superará la poesía de esa letra. Nada pintará mejor la sensación de los hijos de la dictadura abriéndose a las utopías que prometía la democracia que demoró en ser tal en unos cuantos aspectos. Su hambre artística, supo avisarnos que la música estaba enferma y sabían que el camino para curarla era volverla a romper. Con el paso del tiempo, y el alejamiento de Fabián “Hueso” Hernández, se convirtieron en otra cosa. Desde mi punto de vista su hambre genuina se diluyó, dando paso a un grupo que apuntó sus baterías a los bolsillos de los adolescentes y los que piensan que escuchar música es lo mismo que ser un fanático hincha de fútbol. Pero la idea no es juzgar las intenciones o decisiones de quienes hacen música, sino el porqué algunos procesos creativos acentúan la permanencia en la memoria colectiva, y se arraigan en lo más profundo de la conciencia humana. Ante todo, esto es una opinión que no pretende otra cosa que abrir una puerta al debate, a la conversación, al intercambio de ideas. Que siguen adelante en la segunda parte de este delirio.

martes, 4 de noviembre de 2008

Somos todos al mismo tiempo ahora

Sentado frente a la computadora, en un momento de distensión en el trabajo, miro por la ventana. La noche empieza a dominar el color del cielo, las luces de las calles y ventanas comienzan a hacerse notar. Amarillentas o blanquecinas, opacando la posibilidad de ver las estrellas. Estoy muy cansado, mis ojos están empañados con una telaraña de comprobantes, números, facturas. Perdido entre cuestiones económicas. Divago en el teclado ya saturado de horas extras. Juego a buscar cosas en la red. Tipeo mi nombre.
Para mi sorpresa existimos unos cuantos. Soy uno y muchos, cruzo fronteras imaginariamente y viajo para saber que cosas hago en otros lugares. Soy uruguayo, tengo 40 años, soy padre de una niña hermosa, escritor, periodista, y vendedor de una editorial. Al mismo tiempo soy alguien más que nació en México en el año 1976, y soy licenciado de artes visuales por la UNAM. Fui docente y obtuve varias becas entre 1995 y el año 2000, realicé numerosos trabajos en video, y fui camarógrafo en el documental “Popocatépelt.” En el 2003 realicé un multimedia en CD-ROM que fue expuesto en Europa, al igual que mi alter-ego en Uruguay también uso barba, pero no lentes.
En Bolivia tengo 19 años, nací el 4 de febrero y vivo en Santa Cruz de las Sierras, me gusta la música electrónica, me peino para el costado y uso traje y corbata negra, me parece que ciertas preferencias mías a nivel relaciones personales son diferentes a la de mis otros yo. En Mendoza, provincia Argentina, trabajo en la municipalidad de Tupungato. Integro el H.D.C. Honorable Consejo Deliberante. Y formo parte de varias comisiones relacionadas con hacienda y presupuesto, obras públicas, agricultura, ganadería y comercio, higiene seguridad y medio ambiente. En Lima, Perú soy un gerente de una empresa de telecomunicaciones.
En Matamoros otra parte de México, el juez 5 de Distrito dictó formal prisión contra mí y otros allegados míos supuestamente por delitos contra la salud y secuestro. En Honduras… soy mujer y vivo en Choluteca. Nací el mismo año que se me ocurrió nacer como hombre en México y cumplo años el día 12 de agosto. En Chile, vivo en las estrechas calles del barrio Camilo Olavarría, tengo un restaurante que se llama “Don Gustavo” un lugar detenido en el tiempo que hace 43 años llevo adelante. Tenía pensado ponerle “Compañero Gustavo” pero al igual que el retrato de Salvador Allende, que hoy luce con orgullo, en aquellos años oscuros tuve que esconderlo ambas cosas. Suelo servir una copa de ponche a quienes vienen a visitarme por primera vez como cortesía de la casa. Supe, en mis años mozos ser futbolista profesional y dirigente sindical, lo segundo me agenció el exilio en Francia. Mis amigos Galo, Capitán y Don Pitín son mis mejores clientes. Vienen desde temprano. El capitán es un tipo llamativo y locuaz, siempre anda con una gorra naviera, una parka amarilla y un parche en el ojo, del que nunca quiere contar como se lo ganó. Un personaje digno de un libro, Galo es un tipo más descuidado y relajado, y Don Pitín un tipo que habla poco y no se mueve mucho de su asiento después que se acomoda a escuchar las historias de los otros dos y las mías también.
En otros lados soy médico, entrenador de jóvenes en el arte del tiro con arco. Pertenezco a la sociedad argentina de apicultores, Soy bajista de una banda de Doom metal llamada Armonía Oscura, tengo el pelo largo, rostro hirsuto y enfadado. Visto de negro. En la provincia de Jujuy, en Argentina, soy un diácono que se ordenará sacerdote. En breve me iré a trabajar como misionero en Filipinas.
En Venezuela soy cabo de la Policía Metropolitana. En la madrugada de ayer un grupo de asaltantes intentaban secuestrar a una persona en una camioneta de pasajeros en la autopista regional en el trayecto entre Santa Teresa y Caracas. Intenté desarmar al sujeto que portaba el arma larga y uno que estaba atrás y no había visto me disparó, me dio de lleno en el cráneo. Hoy me debato entre la vida y la muerte. Solo pienso en mis cuatro hijos y mi esposa, perdido en un limbo que no logro entender. Vuelvo y pienso en eso, pienso en mi hija, en mis actos, en lo que soy y puedo llegar a ser. Miro por la ventana, es el mismo cielo que ellos quizás estén mirando. Estamos demasiado comunicados y a la vez seguimos estando tan aislados, tan solos. Somos nosotros con nosotros mismos. De eso depende el mundo que generemos a nuestro alrededor. Apago la computadora y salgo a la calle. La brisa me refresca el rostro, voy a visitar a mi hija con la alegría que eso conlleva. Siento a mí alrededor a mis seres queridos, familiares y amigos. Ellos son mi respaldo, mientras espero la llegada del refugio, de mi Avalón. Pienso en mis otros yo. Espero que se encuentren bien donde quiera que estén. Estamos demasiado entregados a la dictadura del ojo y nos olvidamos que los otros sentidos existen. Encerrados en nuestros miedos y flaquezas, pateemos todos los tableros. Apliquemos la teoría del caos: en Japón aletea una mariposa. Su aleteo, genera un terremoto en algún lugar del mundo. Un gesto de ayuda, una mano tendida desinteresadamente, una palabra de aliento, nos redime cada día de los vacíos que nos vamos construyendo como un muro invisible. Vamos todos juntos, al mismo tiempo, ¡¡¡AHORA!!!

Volviendo de a poco, sin haber tenido ganas de irme.

Estimados amigos: En especial Ana y Nicolas, que fueron los primeros que me tiraron de las orejas por abandonar este espacio. Les comento que anduve, y ando aún, un poco complicado de horarios debido a mis multiples actividades. Aparte de trabajar en una editorial, doy talleres literarios, estoy escribiendo para una revista, colaborando con una productora de cine en sus guiones, ayudando a un amigo en la presentación de un ciclo de música, preparando dos nuevos talleres, entre otras cosas que todavia no puedo comentar. Pero quería decirles que agradezco mucho su apoyo y el que me hagan saber que este espacio tiene su validez. Tengo algunas notas para colgar que en breve estarán aquí.

Nos vemos pronto.