martes, 4 de noviembre de 2008

Somos todos al mismo tiempo ahora

Sentado frente a la computadora, en un momento de distensión en el trabajo, miro por la ventana. La noche empieza a dominar el color del cielo, las luces de las calles y ventanas comienzan a hacerse notar. Amarillentas o blanquecinas, opacando la posibilidad de ver las estrellas. Estoy muy cansado, mis ojos están empañados con una telaraña de comprobantes, números, facturas. Perdido entre cuestiones económicas. Divago en el teclado ya saturado de horas extras. Juego a buscar cosas en la red. Tipeo mi nombre.
Para mi sorpresa existimos unos cuantos. Soy uno y muchos, cruzo fronteras imaginariamente y viajo para saber que cosas hago en otros lugares. Soy uruguayo, tengo 40 años, soy padre de una niña hermosa, escritor, periodista, y vendedor de una editorial. Al mismo tiempo soy alguien más que nació en México en el año 1976, y soy licenciado de artes visuales por la UNAM. Fui docente y obtuve varias becas entre 1995 y el año 2000, realicé numerosos trabajos en video, y fui camarógrafo en el documental “Popocatépelt.” En el 2003 realicé un multimedia en CD-ROM que fue expuesto en Europa, al igual que mi alter-ego en Uruguay también uso barba, pero no lentes.
En Bolivia tengo 19 años, nací el 4 de febrero y vivo en Santa Cruz de las Sierras, me gusta la música electrónica, me peino para el costado y uso traje y corbata negra, me parece que ciertas preferencias mías a nivel relaciones personales son diferentes a la de mis otros yo. En Mendoza, provincia Argentina, trabajo en la municipalidad de Tupungato. Integro el H.D.C. Honorable Consejo Deliberante. Y formo parte de varias comisiones relacionadas con hacienda y presupuesto, obras públicas, agricultura, ganadería y comercio, higiene seguridad y medio ambiente. En Lima, Perú soy un gerente de una empresa de telecomunicaciones.
En Matamoros otra parte de México, el juez 5 de Distrito dictó formal prisión contra mí y otros allegados míos supuestamente por delitos contra la salud y secuestro. En Honduras… soy mujer y vivo en Choluteca. Nací el mismo año que se me ocurrió nacer como hombre en México y cumplo años el día 12 de agosto. En Chile, vivo en las estrechas calles del barrio Camilo Olavarría, tengo un restaurante que se llama “Don Gustavo” un lugar detenido en el tiempo que hace 43 años llevo adelante. Tenía pensado ponerle “Compañero Gustavo” pero al igual que el retrato de Salvador Allende, que hoy luce con orgullo, en aquellos años oscuros tuve que esconderlo ambas cosas. Suelo servir una copa de ponche a quienes vienen a visitarme por primera vez como cortesía de la casa. Supe, en mis años mozos ser futbolista profesional y dirigente sindical, lo segundo me agenció el exilio en Francia. Mis amigos Galo, Capitán y Don Pitín son mis mejores clientes. Vienen desde temprano. El capitán es un tipo llamativo y locuaz, siempre anda con una gorra naviera, una parka amarilla y un parche en el ojo, del que nunca quiere contar como se lo ganó. Un personaje digno de un libro, Galo es un tipo más descuidado y relajado, y Don Pitín un tipo que habla poco y no se mueve mucho de su asiento después que se acomoda a escuchar las historias de los otros dos y las mías también.
En otros lados soy médico, entrenador de jóvenes en el arte del tiro con arco. Pertenezco a la sociedad argentina de apicultores, Soy bajista de una banda de Doom metal llamada Armonía Oscura, tengo el pelo largo, rostro hirsuto y enfadado. Visto de negro. En la provincia de Jujuy, en Argentina, soy un diácono que se ordenará sacerdote. En breve me iré a trabajar como misionero en Filipinas.
En Venezuela soy cabo de la Policía Metropolitana. En la madrugada de ayer un grupo de asaltantes intentaban secuestrar a una persona en una camioneta de pasajeros en la autopista regional en el trayecto entre Santa Teresa y Caracas. Intenté desarmar al sujeto que portaba el arma larga y uno que estaba atrás y no había visto me disparó, me dio de lleno en el cráneo. Hoy me debato entre la vida y la muerte. Solo pienso en mis cuatro hijos y mi esposa, perdido en un limbo que no logro entender. Vuelvo y pienso en eso, pienso en mi hija, en mis actos, en lo que soy y puedo llegar a ser. Miro por la ventana, es el mismo cielo que ellos quizás estén mirando. Estamos demasiado comunicados y a la vez seguimos estando tan aislados, tan solos. Somos nosotros con nosotros mismos. De eso depende el mundo que generemos a nuestro alrededor. Apago la computadora y salgo a la calle. La brisa me refresca el rostro, voy a visitar a mi hija con la alegría que eso conlleva. Siento a mí alrededor a mis seres queridos, familiares y amigos. Ellos son mi respaldo, mientras espero la llegada del refugio, de mi Avalón. Pienso en mis otros yo. Espero que se encuentren bien donde quiera que estén. Estamos demasiado entregados a la dictadura del ojo y nos olvidamos que los otros sentidos existen. Encerrados en nuestros miedos y flaquezas, pateemos todos los tableros. Apliquemos la teoría del caos: en Japón aletea una mariposa. Su aleteo, genera un terremoto en algún lugar del mundo. Un gesto de ayuda, una mano tendida desinteresadamente, una palabra de aliento, nos redime cada día de los vacíos que nos vamos construyendo como un muro invisible. Vamos todos juntos, al mismo tiempo, ¡¡¡AHORA!!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Escribo para expresar la enorme alegria que me provoca ver un articulo publicado en este espacio nuevamente, y al mismo tiemoo te digo que esta mescla entre divague y relato perfectamente estructurado me atrapo y me permitio conocer (nuevamente) al Gustavo escritor.
Mis felicitaciones, y se que vendran muchos mas articulos.
NICO.