sábado, 15 de diciembre de 2007

Separata II: Compartiendo cuentos publicados

Este también pertenece al segundo libro, me pregunté un día mirando a un pordiosero:¿Qué cosas en la vida te pueden llevar a terminar de ese modo, cuan horribles o sencillas pueden ser? No he encontrado una respuesta aún. Pero si he encontrado unas cuantas preguntas màs.



Piel de higo

A pesar de no ser muy viejo su memoria ya no recuerda cuántos años tiene, ni como se llama. Su rostro empercudido por la mugre de la calle esta lleno de grietas que desaparecen bajo su tupida y enmarañada barba, que parece la flor de un cardo.
Un halo de suciedad lo envuelve como si fuese su mejor traje, hecho de diarios viejos, buzos ralitos y mohosos, un sacón y un par de pantalones apolillados. Calzado con lo que queda de unas romanitas despedazadas por los colmillos de un perro. Sus pies se han acostumbrado a ser insensibles al frío, al calor, a la humedad, a la lluvia y se han convertido en raíces abigarradas, callosas y resecas, llenas de pústulas rojizas y cicatrices moradas. Sus manos son estilizadas con dedos de pianista, largos y finos como cáñamos que desvencijados por una tormenta se quiebran en todas direcciones sin secarse.
Deambula como las semillas del diente de león arrastrado por el viento o por la gente que lo pisa, lo empuja, lo sopla. Llega a un lugar que le parece conocido y los recuerdos brotan discontinuos y desordenados. Se ve durmiendo en el banco de esa plazita de deportes y recuerda cuando unos hombres de azul lo alumbraron con sus linternas, lo patearon, lo escupieron y lo echaron de allí riéndose de él. Rememora cuando de niño jugaba en esos toboganes y era él quien reía. Lentamente se lleva las manos a la cara pero la barba no le deja tocarse los labios cuarteados y pálidos que hace mucho no sonríen, ni emiten sonido alguno.
El viento le trae el olor a galletitas recién horneadas que viene de la fábrica que está enfrente y se deja llevar por el y sus intermitentes reminiscencias de un trabajo, una vida estable, sus compañeros y amigos, el fútbol de los domingos. Se sobresalta cuando se ve durmiendo allí acurrucado una madrugada neblinosa y alguien se le acerca y lo llama por un nombre que ya no es suyo, y le insiste machacándole hechos y lugares en común y él lo niega, y se apoya en su botella de alcohol azul con alpiste y a los tropezones huye de esa voz que lo reclama.
Llega ala esquina siguiente y ve la parada de ómnibus y repasa todas las noches lluviosas que durmió bajo ese techo de chapa y la vez que despertó y vio frente a él un niño rubio con una sonrisa cargada de maldad y sus ojos celestes llenos de estática. Tenía en su mano izquierda un cable y en la derecha un encendedor, sintió olor a quemado y vio que era su barba incendiándose y se arrastró por el piso golpeándose con las manos hasta que logro apagar el fuego y el niño se dio media vuelta y se alejó indiferente.
Un poco más lejos ve una casa semiderruída con la ventana y la puerta tapiadas y el jardín en ruinas. La reconoce, sabe que en fondo de esa casa hay un parral y una higuera donde él creció trepado de sus ramas y le hicieron creer que el mundo era un jardín de gente. Está recorriendo un altar del pasado.
Recuerda caricias y retos, siente las ruedas de su triciclo, los vidrios rotos con una pelota, los primeros besos en el zaguán, los regalos hechos con su primer sueldo, el orgullo de su ascenso. La alegría y las lágrimas cuando dio la gran noticia de su casamiento. Miles de fantasmas dan vuelta a su alrededor originando nuevos recuerdos.
El sepelio y el entierro de sus padres. La muerte que se va y la nueva vida que se acerca. La incertidumbre y el miedo de las complicaciones. Perdido por lo s pasillos de un hospital entre tubos medicamentos y cuidados. Y la parca ala vuelta del quirófano. Una panza bendita, enorme. Llena de luz que se apaga, se agota y se termina. Todo se derrumba con los latidos de una nueva vida que queda trunca llevándose otra consigo y su alma arrebatada.
Y ahora está ahí de vuelta. Por primera vez en años su vida tiene un propósito que no consiste en evocar los aspectos de su tristeza sino en saber cuánto hay de cierto en un viejo cuento que su madre le susurraba de pequeño.
Como puede saca fuerzas de la nada y a los tumbos trepa la verja y cae dentro del jardín, se levanta aunque le cuesta un triunfo y con aire señorial quita la mugre nueva producida por la caída. Acomoda sus harapos y se dirige al fondo de la casa a paso firme y decidido. Sus manos intentan darle un sentido a la barba, peinándola, acariciándola, desenredándola sin suerte. Llega hasta la higuera se recuesta en ella y cansado por el esfuerzo se desinfla y desfallece.
“Todos los fin de año la higuera recibe a escondida de los otros a un señor muy viejito que está arrugado y decrépito, es el año que se va. Él se recuesta en ella muy solemnemente y espera. Su piel se hace más suave y llena de vida, mientras que uno de los higos cae y empieza a madurar muy rápidamente. La piel del higo se abre como las alas de un cisne y de su corazón y su carne rojos y suaves va creciendo un niño diminuto que es el año nuevo, que rozagante y fértil se levanta y besa la frente del viejito que ya tiene el color del higo y su piel. Se despide deseándole suerte al año que comienza con una sonrisa y se convierte en el higo más maduro y sabroso que jamás halla existido y tu papá y yo lo entramos a la casa y nos lo comemos, mitad cada uno para que el año que comienza sea más próspero y lleno de felicidad.”
Los higos cuelgan del árbol como pequeños embriones llenos de vida palpitante y pronta para salir al mundo y enfrentarse con él.
En el cielo los primeros silbidos de las cañitas voladoras y las luces de bengala llenan la noche. Gritos que vienen desde lejos anuncian la llegada del año nuevo. Un higo cae al piso, una paz y una comprensión como nunca había sentido antes lo invade. Siente que sus labios, ahora delicados y carnosos dejan entrever una sonrisa que escapa de la barba y su vieja piel está ahora tan suave y apetecible como la piel del higo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

guauuuuuuu,gustavo la verdad te felicito,me encanto leer el relato del higo ,me llego al alma,me hizo llorar,te felicito y que sigas teniendo muchos exitos

Anónimo dijo...

Increible, de verdad me gustó, muy bueno eh?, felicidades! Espero y deseo q tengas mucho exito porque te lo mereces. Gracias por brindarnos la posibilidad de leer estas cosas maravillosas.

Anónimo dijo...

Gus, te mando un abrazo y espero que cierres bien este año y abras mucho mejor el próximo. Suerte en todo. Besos y abrazos.