sábado, 29 de diciembre de 2007

Navidad políticamente correcta (segunda parte)

Roberto llega al hotel cargado de paquetes. Acaba de terminar de hacer las compras para las fiestas, lleno de entusiasmo luego de cerrar un trato que lo beneficiará en más de un millón y medio de dólares.
Se siente realizado, está a un paso de entrar a jugar en primera división, de codearse con los grandes.
Alguien en la recepción lo llama y le avisa que llegó para él un paquete de Montevideo. Lo pone en una de las bolsas y sube rápidamente a su suite. Deja todo tirado sobre la cama y rompe el sobre manila con avidez. Dentro hay un cassette de video. Su alegría queda de lado dejando lugar a la incertidumbre.
Son las imágenes de las cámaras de seguridad del supermercado cortadas y editadas como si fueran una vieja película en blanco y negro. En ella Papá Noel toma a un niño de la mano y con su campana llama al resto de los niños que están ahí y como un flautista de Hamelín les guía hasta la sección juguetería. ¿Qué les estaba diciendo para tenerlos tan hipnotizados? Ya no caben más niños entre las góndolas y siguen llegando. Son un enjambre, prontos a cumplir los designios que reciban.
Papá Noel toma una caja y la rompe. Saca el juguete y se lo da a una niña. Luego invita a todos los pequeños a hacer lo mismo. Allí empieza la reacción en cadena.
Los niños se abalanzan sobre los juguetes como si fueran piñatas recién reventadas y luego el caos. Los mayores siguen a sus hijos y comienzan a tomar todo aquello que puede ser sacado de su envase y pueden llevar; desde cassettes, mouses y diskettes a electrodomésticos de todo calibre, pasando por las secciones de ferretería y electricidad, ropa, bazar, artículos para autos, perfumería, etc., etc., etc., un maremoto humano cubre el pequeño enjambre de niños y arrasa con el lugar; los guardias de seguridad tomándose a golpes con la gente, los empleados intentando recuperar los artículos, niños tirados por el piso, magullados y asustados. Mujeres protegiendo a sus hijos, más mujeres llorando, hombres intentando proteger a sus familias, luchando y arrojando cosas por encima de las góndolas. Y entre todos ellos, inmóvil, observando con satisfacción y una pequeña sonrisa de sarcasmo. El hombre de la barba blanca que complacido por su obra dirige una mirada a una de las cámaras de seguridad.
En ese momento su semblanza cambia radicalmente, sus ojos se llenan de arrojo y su aspecto placentero se crispa hasta que parece volverse un dios nórdico de la venganza.
Trepa por las góndolas con su vista en un solo objetivo. El lente de la cámara. Se para frente a ella y su osadía se transforma en odio, sus labios gesticulan algo antes que sus dientes se aprieten en su boca abierta hasta mostrar las encías; hace un corte de manga con su dedo mayor bien alzado y empieza a reírse. Roberto apaga el video y se queda absorto mirando la estática del televisor, perdido rememorando las imágenes que viera tan sólo unos momentos atrás, shockeado. Suena el teléfono y contesta exasperado.
- ¿No pedí que no se me molestara?
- Disculpe, señor, es una llamada de Punta del Este. Es su esposa e insiste en hablar con usted.
- ¡Está bien, pásemela, pero ninguna llamada más! –Carraspea aclarándose la voz y cambiando el tono. - ¡Hola mi amor! ¿Qué pasa?
- ¡Te extraño querido, te extrañamos mucho! Aparte este problema hace que estén rodeándonos montones de periodistas. No podemos salir de casa, no nos dejan en paz.
- ¡Esos hijos de puta! Son unos malditos buitres.
- Pero eso no es todo. Tenía preparada una sorpresa para Navidad, pero no me aguanto sin contártela, es más fuerte que yo. ¿Me dejás?
- ¡Esta bien contáme!
- ¡Mis amigas, las que tienen un programa de cable van a filmar nuestra fiesta! ¡Va a ser bárbaro! Y vos no tenés que preocuparte por nada. Bastante tenés con los problemas del super. Ya encargué un buffet para 100 personas, la disco y a los decoradores para que seamos la envidia de la Navidad. Mi amiga Elsa me preparó un vestido que cuando lo veas te vas a morir. Y yo te compré un traje para la ocasión, como regalo, para que seas el hombre más lindo de la noche.
- Yo creí que íbamos a hacer una cena familiar y nada más. Compre regalos para todos, especialmente para los chicos. Tenemos algo que festejar en familia. Cerré el negocio que vine a hacer acá en Santiago.
- Ya lo sé, por eso organicé la fiesta, esto se tiene que saber. Hoy nos faxearon acá a Punta, para felicitarnos. Aparte los chiquilines no van a estar, nos van a llamar cuando den las doce. Ellos se van a quedar con sus amigos, están grandes para este tipo de reuniones. No les gusta. Quieren divertirse, hacer su vida.
- ¡Bueno, mi amor! Estoy muy cansado, tuve una jornada estresante y quiero dormir un rato, mañana llego temprano. Arreglo todo el estúpido problema ese y estoy llegando a casa al mediodía. Dulces sueños mi amor.
- ¡Que descanses querido, un besote, te quiero mucho, chau!
Cuelga el tubo lentamente, la imagen del Papá Noel haciéndole un corte de manga con su dedo mayor bien alzado lo persigue, lo fastidia, tiene pesadillas con eso y su risa invadiéndolo todo. ¡Jo, jo, jo, Feliz Navidad! ¡Jo,, jo, jo! Y se repite hasta el infinito, pone sus pensamientos en el trabajo, en los negocios que salieron bien, en el año que viene que promete ser el gran año para la empresa.
En el discurso que va a decir mañana, tiene que ser contundente, y con su cabeza ocupada logra conciliar el sueño, que se encarga de machacarle cada tanto la imagen del Papá Noel haciéndole un corte de manga con su dedo mayor bien alzado.

Norberto se siente mejor, animado, extrañamente feliz. Es 24 de diciembre, el día de Nochebuena y otro presentimiento lo ha invadido por completo. No sabe qué es, pero esta distendido, amigable. Siente que toda esa estupidez va a terminar en cualquier momento. No más gente cantándole por las ventanas, o gritándole obscenidades, no más periodistas, ni fotógrafos, ni camarógrafos, no más preguntas estúpidas. Su vida se ha asemejado siempre a un barco a la deriva en pleno temporal. Sacudiéndose con todos los obstáculos y recibiendo todos los golpes que le pueda dar sin quejarse y esperando un remanso donde detenerse y empezar de nuevo. Un policía entra de improviso.
- Hay dos personas que lo quieren ver, una es un niño.
Valentín entra de pronto, como una tromba y se le cuelga de los hombros.
- ¿Cómo andás Norberto? ¡Que quilombo que armaste!
- ¿Te parece? ¡Podría haberlo hecho mejor! ¿Pero qué hacés acá, no tendrías que estar en Mercedes?
- Si, pero a mi padre se le rompió el coche y se lo arreglaron recién. Así que nos vamos ahora y yo no quería irme sin despedirme de vos. ¿Te van a dejar salir, no?
- No lo sé, pero estoy tan feliz de que me vinieras a ver, eso me demuestra que los amigos siempre están cuando se los necesita. ¿Con quién viniste? ¿Ese es tu papá?- señala al hombre que se quedó contra la pared esperando su turno para hablar.
- No, capaz que no te acordás de mí. – Le dice. El rostro y la voz se le hacen conocidos.
- Estoy seguro que te conozco pero no me doy cuenta de dónde.
- Terminá de hablar con tu amigo, no quiero interrumpir.
- Yo ya me voy. Mis padres y mis hermanas me están esperando. ¡Hoy de noche voy a brindar por vos, sabés, si mis viejos me dejan!
- ¡Gracias Valentín, yo tampoco me voy a olvidar de vos!
Se abrazan y se palmean como dos camaradas de toda la vida, dos compinches de la hora cero, uno de diez años y otro de treinta y tantos. Valentín se aleja corriendo entre bromas y chistes cuyos ecos se apagan lentamente dejando todo más oscuro y triste. Todo vuelve a la normalidad. El hombre se le acerca y le habla.
- No te debés acordar de mí, yo soy el padre de Daiana y Carolina. Me llamo Ernesto. – Dice estirando la mano para saludarlo.
- ¡Hola que tal! – Contesta, dándole la mano automáticamente; sin alcanzar a comprender. - ¿Cómo están las nenas?
- Ellas están bien, el que está jodido ahora sos vos. La tele ocupó largas horas hablando de vos, sos todo un personaje.
- ¿En serio? ¿Y qué dijeron?
- De todo, hablaron de tu familia, que esta en Estados Unidos, intentaron hablar con ellos pero no los pudieron ubicar.
- ¡No quisieron atender, esos malagradecidos! – Interrumpe.
- Dicen que estás enfermo, que sos un psicópata. Hay psicólogos, sociólogos y un montón de ólogos más estudiando tu caso y las conclusiones son todas distintas. La gente también. Algunos piensan que hiciste lo que debía haberse hecho hace mucho, otros piden tu cabeza en bandeja de plata.
- ¡Por Dios! ¿Por qué no me dejan en paz? Yo lo único que quiero es salir de acá, que no me rompan más los huevos. Quiero dormir, pero hasta el año 2000, sin parar y cuando despierte me gustaría ser otra persona y estar en otro lugar.
- La mano viene jodida, pero tienen que esperar hasta dentro de un rato. Parece que al mediodía viene el dueño del supermercado. Ya tienen preparada una conferencia de prensa.
- Gracias por preocuparse por mí, creo que es la primera persona que lo hace en varios años.
Resopla una sonrisa amarga y cabecea hacia los costados. Mira al extraño y le pide un cigarrillo, se lo da y al tiempo este le pregunta:
- ¿Qué vas a hacer cuando salgas de acá?
- No lo sé.
Se queda pensativo, cruzado de brazos, mientras golpea su dedo gordo sobre el labio inferior.
- No tengo la más puta idea.
- Mirá, yo no tengo mucho para ofrecerte, pero si tenés libreta, mi hermano te puede dar laburo en el reparto que tiene.
- Me vendría bárbaro, pero... ¿por qué me ayudás tanto?
- Algo me dice que te lo ganaste, que sos un tipo de ley y te merecés una segunda oportunidad... o quizás sea el espíritu navideño que no te abandona.- y los dos largan una carcajada enorme.
- Ojalá.- dice bostezando.- Disculpa, hace dos días que no pego un ojo.
- ¡No pasa nada! Bueno... tengo que irme pero te dejo esto.
Le extiende una tarjeta que saca del bolsillo del pantalón.
- Ahí tenés mi número de teléfono. Llámame en cuanto salgas y si te dejan libre hoy me gustaría que fueras a pasar la Nochebuena en casa. Mis hijas van a estar agradecidas. ¡No! Más bien yo voy a estar agradecido, ellas van a estar felices, aunque no te reconozcan, les encanta cuando alguien viene a cenar con nosotros y aparte ya vi que te llevás muy bien con los botijas.
- No prometo nada, pero si voy hoy de noche capaz que Papá Noel se da una vueltita, la última de su vida.
- ¡Por favor, eso no es necesario!
- Ya lo sé, pero para mí sería un gusto... en serio.
- Está bien, está bien, suerte y... ¡Feliz Navidad!
- ¡Gracias igualmente! – Se despiden con un apretón de manos.
Entre sonidos guturales, voces cacofónicas y maquinas de escribir oxidadas, la palabra Navidad se escabulle silenciosa, tapada por el olor a baquelita y sudor, Norberto siente que algo intangible oprime su pecho hasta que una lágrima se le escapa y luego otra y otra más hasta que larga a llorar como un niño sin consuelo.


En la sede central de la cadena de supermercados todo está pronto para la conferencia de prensa que Roberto Pío va a dar. Están todos los medios de prensa, las radios y claro está, la televisión. La sala refrigerada está inundada de una música inocua, mientras una cuadrilla de mozos sirve refrescos y unos bocadillos. Cuando entra acompañado con el Ministro del Interior y un séquito de encargados de las distintas sucursales, todos se levantan de sus sillas expectantes. Una lluvia de fotos arrasa el lugar.
Los camarógrafos prenden sus luces auxiliares y los periodistas dan sus últimos retoques a las corbatas y a sus gargantas. Una sonrisa cuadrada y extensa de satisfacción aparece calcada en todos los que se sientan tras los micrófonos. Roberto toma la palabra antes que empiece la andanada de preguntas.
- ¡Buenos días, señores de la prensa, radio y televisión! ¡Bienvenidos a ésta, su casa! Espero que sepan disculpar la demora, pero recién llego de un viaje de negocios y he tenido que informarme debidamente del caso. El propio Ministro del Interior, aquí presente, - lo señala casi con una reverencia – me ha informado de todo lo acontecido. Sé que la espera fue por lo menos refrescante y apetitosa. –se ríe de su chiste que escasamente es festejado.- y se también que estarán llenos de preguntas. Espero que lo que tengo que contarles les sea suficiente. Porque la víspera de Navidad, es un día muy especial para todos nosotros. El tema de Papá Noel será a partir de ahora, tan solo una anécdota para recordar. Este joven no sufrirá ninguna represalia por parte de la empresa, ni perderá su trabajo, ni mucho menos. Actualmente otro de nuestros empleados cubre su puesto, pero como es por todos sabido, en el correr del mes de enero vamos a abrir otra sucursal. Este muchacho entrará a trabajar allí. Mientras tanto se le pagará el sueldo como si estuviera disfrutando de unas “pequeñas vacaciones”. Los destrozos causados en el Hipermercado nos dejaron cuantiosas perdidas, pero este joven no deberá reponer un solo peso de eso. Nosotros creemos en la Navidad y este es nuestro regalo para ese muchacho que cometió un error, como pudo haberlo cometido cualquiera de nosotros. Como lo cometió la gente que entro en estado de histeria y provocó esa avalancha, casi criminal podría decirse, sobre los niños allí presentes y los demás incidentes por demás bochornosos. Pero como ya les dije, ya todo pasó. En este momento están dándole la libertad al joven, libre de todo cargo levantado contra él. Para que retorne a su hogar y pase una Feliz Navidad, como se la deseamos a ustedes y a todo el público que a través de sus medios de comunicación se enteraran de la buena nueva. ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo para todos! ¡Muchas gracias!
El apretón de manos de Roberto y el ministro quedó impreso en todas las cámaras fotográficas y de T.V.
Luego el ministro dio un pequeño discurso donde exaltaba el trabajo de las fuerzas policiales y donde agradecía la comprensión y la buena voluntad de la empresa, sus dueños y empleados; y ratificó la importancia de la labor y la cristalinidad con que fue manejado el caso tan emblemático y singular por sus características.

En la jefatura, Norberto no podía creer lo que estaban diciendo: que quedaba libre, que retiraban los cargos y que podía volver a su trabajo. Pero eso era lo que menos le importaba. En lo único que pensaba era en que por primera vez en ocho años iba a pasar una Navidad acompañado y se sentía querido y aceptado por una familia que apenas conocía.
Sacó la tarjeta de su bolsillo y pidió que le dejaran usar un teléfono, para hacer la llamada más esperanzadora de su vida. Y cuando atendieron y habló con Ernesto, su señora y las niñas, no se sintió defraudado y reconoció el hermoso regalo que estaba recibiendo esta Navidad.

Camino a Punta del Este por la interbalnearia un celular comunica a Roberto con el señor Alvarez, su hombre de confianza.
- ¡Hola! ¿Alvarez? ... Si, habla Roberto. Tengo algunos requerimientos para hacerle: cuando pueda comuníquese con el “Papá Noel” y dígale que vuelva cuanto antes. Hay algunos periodistas que lo quieren entrevistar en su lugar de trabajo, y eso sería buena propaganda para nosotros. Dele unos días para que se lo crea y después ya sabe, lo traslada y le explica as nuevas condiciones de trabajo. Le quiero limpiando todos los baños, graseras y cañerías y cámaras sépticas que pueda aguantar; lo quiero trabajando en los horarios más agotadores y quiero que le reduzcan el sueldo a la mitad. Esas son las exigencias para que se quede en la empresa, y si no quiere, explíquele que hay una fila de desocupados esperando ocupar su puesto. ¿Quedó claro Alvarez? ... perfecto... ¡Ah! Una cosa más Alvarez. ¡Feliz Navidad!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto...

Anónimo dijo...

"Norberto siente que algo intangible oprime su pecho hasta que una lágrima se le escapa y luego otra y otra más hasta que larga a llorar como un niño sin consuelo."

Cuantas veces nos emos sentido asi