sábado, 15 de septiembre de 2007

Historia universal de la destrucción de los libros

Acorde a la presentación de este espacio me gustaría dar inicio a esta comunicación con un libro realmente particular:




“Historia universal de la destrucción de los libros” de Fernando Báez.
“Nuestra memoria ya no existe. La cuna de la civilización, de la escritura y de las leyes, ha sido quemada. Sólo quedan cenizas. Escuché este comentario a un profesor de historia medieval en Bagdad, a quién detuvieron pocos días después por pertenecer al partido Baas. Cuando lo dijo abandonaba la moderna estructura de la Universidad, donde habían saqueado, sin excepción, los libros de la biblioteca, y destruido aulas y laboratorios. Estaba solo, junto a la entrada, cubierto por una sombra sin pausas, y acaso pensaba en voz alta, o no pensaba, sino que su voz también era parte de ese largo, interminable y sucesivo rumor que es a veces Oriente Medio. Lloraba al mirarme. Creo que esperaba a alguien, pero quienquiera que fuese nunca llegó y en pocos minutos lo vi alejarse, sin rumbo, bordeando un enorme cráter abierto por un misil junto al edificio.” Con este pasaje subyugante da inicio un viaje increíble a través de las hendiduras de la memoria histórica. Por medio de un recuento lúcido y devastador a la vez, de los crímenes perpetrados contra los anales de la humanidad que descansa en los libros. Desde la antigüedad griega hasta el mundo islámico, desde la destrucción nazi de miles de libros judíos, hasta las actuales situaciones de censura o destrucción como pasto de las llamas en todas y cada una de las guerras vigentes. Este libro es para muchos, entre quienes me incluyo, una obra magistral, impresionante. Erudita y humana. La investigación es tan profunda y detallista que conviene leer de a un par de capítulos por vez. Cerrarlo hasta discernir y retener aquello que consideramos más significativo. Desmenuzar tanta información lleva tiempo y comprenderla en toda su magnitud un poco más. Pero al termino del libro puedo asegurar que uno toma conciencia del valor que realmente puede tener el mero acto de llevar un libro a nuestras manos, leerlo y atesorarlo. Y como, todas las variantes de la estupidez humana, nos han dejado un vacío irrecuperable que nos lleva a preocuparnos más a la hora de sentirnos parte de ese proceso de selección a veces aleatorio, muchas veces premeditado, que construye el ideario del futuro. Nombrar y enumerar solo algunos capítulos nos permite apreciar la magnitud de la obra, que merece ser piedra fundacional de cualquier biblioteca que se precie de tal: “los escritos prohibidos de Thot”, “Platón también quemó libros”, “Auge y final de la biblioteca de Alejandría” “Los orígenes radicales del cristianismo” “ La destrucción de la Biblia de Gutenberg” “El santo oficio y la censura de libros”, “ La destrucción de libros durante la Revolución Francesa”, “ El librigidio serbio”, “Purgas sexuales”, “ El caso de Harry Potter” “Cuando las editoriales destruyen libros”, “La aniquilación de libros electrónicos”. En el transcurso de la lectura no faltan frases extraídas de los más variopintos textos, desde material esotérico, filosófico, científico, poético y de la narrativa de todos los tiempos. Una oda al libro y sus valores, pero también a los valores del hombre. Un epígrafe al comienzo del mismo nos asegura: “Allí donde se queman libros, acaban quemando hombres.” Heinrich Heine. Almansor 1821.
Se mencionan como ejemplos artísticos, entre tantos otros, dos grandes novelas del siglo pasado. 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Iconos máximos de las novelas distópicas, que se han dedicado a pensar sobre los resultados de nuestros actos. Mostrándonos la capacidad que el hombre tiene para embrutecerse y convertir a toda la especie en un remedo de sí misma. Hoy más que nunca, que los destinos del mundo están en manos de una bestia iletrada y su cohorte de animales alimentados a fósil de dinosaurio. Es de suma importancia atrincherarnos en nuestros conocimientos y compartirlos, difundirlos, discutirlos, es parte de una guerrilla anónima y silenciosa. Que sería bueno creciera y se extendiera por el confín del mundo.
Alimentar en quienes nos rodean la curiosidad y la necesidad de comprensión. La posibilidad de ver, sentir y entender desde diferentes ángulos, nos humaniza, engrandece nuestro espíritu. Y nos permite dormir más conformes con nosotros mismos, y en el caso de que tengamos hijos, nos permite pensar que les podemos dejar las herramientas necesarias para que el mundo sea por lo menos un poco menos oscuro.

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